No todos los “te quiero” significan lo mismo. No todos queremos de la misma manera, ni queremos que nos quieran igual. Hay tipos de amor que no valen, que tienen fecha de caducidad, que se caen si lo problemas soplan fuerte, que no dan tanto como reciben. Hay te quieros que, a la larga, son soledad. Son lágrimas. Desesperación, ruinas, tiempo perdido.
Hay tipos de amor a los que les asusta salir heridos.Se encierran en sus sentimientos, se aferran a su soledad, hacen daño y ni si quiera se dan cuenta. Para querer bien hay que abrirse, hay que estar dispuestos a conjugar verbos en futuro, a construir proyectos que empiecen por un nosotros. Y no temblar cuando se pronuncien. Parar querer bien hay que cuidar cada detalle, hacer partícipe a esa persona con la que estás compartiendo tus días, renunciar a pequeñas cosas sin ser conscientes, hacerlo simplemente porque lo quieres hacer. Y que todas merezcan la pena. Si te suponen un esfuerzo, ni tú te esfuerces, ni yo las quiero.
Porque cuando dices que me quieres a media voz, y a cada golpe me doy cuenta de que no me quieres bien, la única forma de minimizar los daños es alejarme. Ponerme una coraza. Y de pronto, ya no me importa tanto, no estoy tan pendiente, no me hace tanta ilusión. Me alejo. Y así todos tus te quieros no me calan tan hondo ni tus golpes duelen tanto.