Y de repente me paso la mano por la cara con un gesto distraído y el roce de mis dedos te trae otra vez para arrancarme de este presente acostumbrado y te proyecta en la luz del sol, en ese único lugar donde vivimos interminables rutas de un efímero encuentro.
Cierro los ojos y aspiro en el pasado ese perfume que ciegos hicimos.
Quisiera no abrirlos ahora, donde todavía creo estar viviendo.